A muchos de vosotros os sorprenderá encontrar un testimonio como el mío dentro de esta selección de experiencias de conciliación de la vida familiar y laboral. Mi mujer y yo aún seguimos disfrutando de esos meses de felicidad y tranquilidad que siguen a la boda, con energías renovadas y centrados al cien por cien en desarrollar nuestras carreras profesionales, sin tener que preocuparnos por el momento del ajetreo de la conciliación.
A nuestro alrededor hay infinidad de familias cuyos miembros se enfrentan a diario con la difícil tarea de compaginar su vida familiar y profesional, intentando que la primera no interfiera negativamente en la segunda, y viceversa. Sin embargo, otras tantas familias tienen que sumar a esa tarea otras dificultades añadidas, como por ejemplo cuidar a un familiar dependiente sin los medios suficientes, acudir a un hospital a diario a visitar a un hijo hospitalizado o, simplemente, ser incapaces de proporcionar a los integrantes de sus familias necesidades tan básicas como un techo o una alimentación adecuada.
Ser testigo directo de algunos de esos dramas familiares e imaginarme en un futuro próximo como corresponsable de mi propia familia, había provocado en mí una especie de efecto llamada. Tenía la necesidad de ayudar en lo que humildemente pudiera a esas familias, aunque no sabía muy bien cómo hacerlo.
Prácticamente al mismo tiempo, la dirección de mi empresa, que ya contaba con un amplio bagaje en materia de solidaridad, decidió poner en marcha el Club de Voluntarios de Informa. Un programa de voluntariado corporativo al que los empleados pudieran sumarse y dedicar parte de su tiempo o ingresos a distintas acciones sociales. Decidí unirme desde el principio a este club, del que ya formamos parte más de medio centenar de compañeros y que sigue en continuo crecimiento.
Así, a finales de 2014 realizamos la primera acción solidaria en colaboración con la Fundación Theodora, conocida por las visitas que realizan sus “Doctores Sonrisa” a niños hospitalizados de toda España. En este caso, la actividad se trataba de la representación de dos pequeñas obras de teatro para disfrute de los niños ingresados en un hospital de Madrid y de sus familiares.
Os reconoceré que ponerse ante unos niños visiblemente enfermos o con secuelas después de duros tratamientos no fue fácil al principio. Como tampoco lo fue superar el miedo a fracasar en nuestro intento de sacarles de su rutina hospitalaria. Pero poco a poco, tus miedos desaparecen y sólo ves delante de ti a un grupo de niños con ganas de reír y pasarlo bien, olvidándote tú y ellos del contexto que nos rodea.
Sin lugar a dudas puedo deciros que ésta ha sido una de las experiencias personales más enriquecedoras de mi vida. Jamás olvidaré como esas caritas de tristeza de unos niños hastiados por una lucha sin cuartel contra enfermedades crueles, se iban convirtiendo en caritas de ilusión y alegría. Y todo gracias a las muecas, bailes y canciones de unos empleados que, por una tarde, habíamos cambiado nuestra oficina y ordenadores, por un escenario y narices de payaso.
Después de esta actividad, hemos colaborado en otras ocasiones con la Fundación Theodora en otros hospitales de la Comunidad de Madrid realizando otras acciones como un karaoke infantil o la decoración de una sala de juegos de los niños en los hospitales. Como yo, muchos de los que fuimos la primera vez, hemos repetido. Y todos los trabajadores que hemos participado alguna vez en el voluntariado con niños hospitalizados llegamos a la misma conclusión: somos nosotros los que vamos a ayudar a los niños, pero en realidad son ellos los que te ayudan a ti.
A lo largo de 2015 hemos colaborado económicamente con dos ONG, la Fundación Acogida y la Fundación Balia, cuyo foco de atención está en las familias en riesgo de exclusión social. Además, en ambos casos, los voluntarios vamos a aportar nuestro tiempo en los programas de apoyo escolar y acompañamiento infantil que ambas organizaciones tienen para los más pequeños de esas familias con dificultades.
Este verano hemos estado visitando el centro que la Fundación Balia tiene en Madrid de cara a preparar nuestra colaboración en el próximo curso escolar 2015/16. Es increíble lo mucho que podemos hacer con poco más de dos horas semanales de nuestro tiempo libre. Desde ayudar a que niños abocados al fracaso escolar consigan aprobar el curso, hasta trabajar con adolescentes en riesgo social para inculcarles a través del deporte valores tan importantes como el compañerismo, la disciplina o la lealtad.
En resumen, como os decía al principio, quizá mi testimonio no os sirva para que aprendáis como conciliar vuestra vida familiar y laboral. Pero ojalá sí os sirva para que os animéis a ayudar a otras familias a reconciliarse con una sociedad que parece haberles dado la espalda. En vuestros barrios y ciudades hay alguien al que ofrecerle ayuda y esperanza a cambio de un poco de vuestro tiempo.
Miguel Ángel Sanza. Informa D&B