Han pasado ya 25 años en Wolters Kluwer España y, de estos, los 10 últimos han sido teletrabajando, los 10 años que tiene mi hijo.
Todo empezó en una sala de reuniones con mi jefa, en aquel entonces, y con la directora de la Compañía. Les comuniqué que estaba embarazada y que mi intención era pedirme una excedencia del máximo tiempo posible, es decir, tres años. Tanto mi marido como yo sabíamos que las prioridades en nuestra vida iban a cambiar y sabíamos lo que queríamos. Reacción: «¡Cómo vas a hacer eso! ¿Estás segura? ¡Pero nos darás tiempo a encontrar a alguien que te sustituya! ¿Vas a estar tanto tiempo sin trabajar?…» En fin, era consciente de que nadie es imprescindible pero en ese preciso momento, o por el trabajo que en ese momento desarrollaba sólo yo, se me ocurrió la idea y planteé la pregunta: «¿Y si trabajo desde casa?».
Tardaron menos de 20 minutos en darme una respuesta. Supongo que consultaron en RRHH y volvieron para darme la gran noticia: «¡Puedes teletrabajar!»
Y ahí comenzó todo. Pasaron los meses de embarazo, llegó nuestro hijo, pasó la baja de maternidad y… ¿ahora qué?
Pues el ahora llegó y me monté mi oficina en casa. Mi empresa me ayudó en todo y estuve lista inmediatamente para comenzar.
Fue un proceso de aprendizaje por ambas partes. En aquel entonces sólo éramos dos personas teletrabajando en toda la empresa y no sabíamos, ni unos ni otros, si esto iba a funcionar.
¡¡¡FUNCIONÓ!!!! ¡¡¡Y sigue funcionando!!! Prueba de ello es que cada día somos más compañeros teletrabajando.
Ha sido la mejor decisión tomada. He podido conciliar perfectamente vida laboral y familiar. Bien es verdad que exige un período de adaptación ya que, después de tantos años yendo a la oficina, el cambiar de hábitos laborales no es sencillo. Es imprescindible ser muy disciplinado en cuanto a horarios y lugar de trabajo. Tener una “oficina” en casa facilita mucho el poder concentrarte.
Puede pensarse que hay ciertos inconvenientes a la hora de teletrabajar (poco contacto con compañeros, pérdida de visión de la empresa…) pero gracias a las nuevas tecnologías esto se soluciona ya que incluso puedes “asistir” a reuniones en la distancia mediante audioconferencias, videoconferencias, compartiendo documentos online… y participando activamente en ellas.
Por otro lado las ventajas son inmensas: atención a tu familia, ahorro en tiempo de traslado al trabajo, ahorro económico (gasolina, comida…).
Mientras el pequeño fue muy pequeño, y como yo estaba en proceso de adaptación con esta nueva forma de trabajar, fue un poquito estresante: darle el pecho, luego pasamos a comidas, luego ya iba siendo personita y reclamaba tu atención… y no sólo el peque, la familia también tuvo que acostumbrarse a que yo trabajaba desde casa. Ese es un concepto que, a día de hoy, está superado, pero costó que mis padres, hermanos o amigos (que venían por casa a cualquier hora) se concienciaran de que yo estaba en JORNADA LABORAL. Pero como he dicho antes: prueba superada.
Al principio me “obligaban” a hacer una visita por la oficina una vez por semana, luego se convirtió en una vez cada quince días, después pasamos a una vez al mes… y con el tiempo nos dimos cuenta, ambas partes, de que eso no era necesario. Mis visitas a la oficina serían cuando mi presencia se reclamara para alguna reunión o trabajo concreto.
A priori podría pensarse que el hecho de teletrabajar supone perder el contacto con tus compañeros, pero realmente, y en mi caso, no ha sucedido así. Parte de mi trabajo diario funciona a demanda, por lo que la gente que “me necesita” sabe dónde estoy e incluso aunque estuviese en la oficina, me mandarían una petición por e-mail sin necesidad de verme. Si quieres seguir teniendo contacto con tus compañeros, lo sigues teniendo. La distancia no te lo impide.
Han seguido pasando los años y sigo afirmándome que no podía haber tomado una decisión más acertada en mi vida. Mi marido ha podido continuar con sus horarios de trabajo (más amplios que los míos, por desgracia), yo he podido seguir en el mundo laboral, no he tenido que disponer del tiempo de abuelos, amigos o cuidadores para ocuparse de mi hijo ya que todos los días lo llevo y lo traigo del cole, cuestión ésta que no supone más de 10 minutos cada vez que salgo de casa, puedo llevarle a actividades extraescolares sin problema de horarios, comemos juntos todos los días, si está malito y no puede ir al cole se queda en casa porque estoy yo, puedo llevarle al médico en un momento… en fin, podría enumerar un millón de ventajas, además de poder vivir y trabajar en un entorno perfecto, en plena sierra de Madrid.
Y todos en casa saben que «cuando mamá está en el despacho delante del ordenador, no se la puede molestar, está trabajando».
No puedo negar que hay épocas difíciles. Hay momentos de mucho estrés de trabajo y el hecho de estar siempre rodeada de las mismas cuatro paredes, en el mismo entorno, no tener compañeros al lado con los que poder desahogarte… vamos, que todo no es de color de rosa. Pero esos momentos de crisis los tenía también en la oficina, es cuestión de pararte, pensar, organizar y seguir adelante. Y puedo asegurar que esto sucede muy, pero que muy de vez en cuando.
Sí es verdad que, sobre todo los primeros años, y ahora aún me pasa a veces de muy tarde en muy tarde, es como si tuviese la sensación de tener que demostrar continuamente que hago mi trabajo y que lo hago bien. En las primeras visitas que hacía a la oficina el comentario generalizado de mis compañeros era «¡Qué bien vives, en casita todo el día…!» Era un comentario que me dolía mucho porque me daba la sensación de que la gente se pensaba que me pasaba el día tumbada en el sofá. Nada más lejos de la realidad. Además de cundirme el trabajo casi el doble que en la oficina, lo aumentaba casi a diario no sólo en cantidad sino en horas de trabajo porque tenía la “necesidad” de demostrar que estaba trabajando. Suerte que con el tiempo hemos ido aumentando el número de compañeros teletrabajando y esta nueva forma de trabajar ya se va interiorizando, los compañeros de la oficina ya no nos ven como “privilegiados”, somos iguales que ellos y deberían pensar que incluso ellos tienen más ventajas: cuando llega su hora de irse a casa, fichan y se van, en mi caso esto es muy difícil, si alguien “necesita de ti” fuera de horario laboral o hay una necesidad muy puntual y estás disponible, pues le atiendes y ya está, ni siquiera te planteas lo contrario. Es un ten con ten. Si yo necesito ir por la mañana a una reunión del cole o a gestionar temas personales, no tengo más que avisar a mi jefe, con eso basta. Ya existe la confianza suficiente para saber que ambas partes respondemos y que somos responsables con nuestro trabajo. Pero a pesar de estas excepciones, que no dejan de ser excepciones, dentro y ahora fuera de la oficina yo tengo mi horario laboral como el resto de mis compañeros.
En fin, que me resulta muy difícil poder encontrar algo en contra del teletrabajo pero soy consciente de una cosa fundamental y que ya he dicho en más ocasiones en distintos foros. El teletrabajo es una cuestión de confianza EMPRESA-TRABAJADOR y lo que debe medirse es la productividad y eficacia del trabajo realizado.
Eva Esteban. Wolters Kluwer