Un teletrabajo mayor de edad

Soy redactora y responsable de una base de datos para abogados (Consultor Jurídico, disculpen la cuña publicitaria) y teletrabajo desde hace 18 años. Mi profesión se adapta como un guante a esta modalidad laboral en la que podemos decir que llevo casi media vida o lo que es lo mismo: un teletrabajo mayor de edad.

Llegué al teletrabajo a través de un anuncio del periódico: una empresa de selección buscaba redactores para una editorial jurídica de nueva creación, primero pensando en unos meses de trabajo presencial, en su sede, y después teletrabajando. Era el año 96 y ejercía como abogada. El contenido del puesto me pareció fascinante y la posibilidad de teletrabajar una oportunidad para aprovechar el tiempo al máximo. Añado que desde niña me ha gustado hacer muchas cosas, ninguna especialmente bien, pero no paraba: idiomas, música, ballet, pintura, costura, todo me atraía. Todo me atrae. Y sobre todo, leer.

El teletrabajo efectivo comenzó en 1997 y continúa hasta hoy. Si miro hacia atrás son innumerables los cambios que ha habido desde entonces: en mi vida y la de los que me rodean, en la tecnología, en la empresa, en la economía.

Muchos cambios en mi propia vida

Sobre todo porque cuando empecé a teletrabajar no tenía hijos, solo sobrinos. Luego vino el primer hijo. Luego más sobrinos. Luego el segundo hijo. He vivido en 3 casas diferentes, con sus correspondientes mudanzas. En 2 poblaciones distintas. He aprendido un idioma y desempolvado otros dos. Habré leído unos 400 libros de ficción además de procesado ni sé cuánta información jurídica. He pasado por 2 empresas diferentes, la primera muy pequeñita, la segunda muy grande. He perdido a compañeros y seres queridos. He ganado otros.

Revolución tecnológica: adaptarse o morir

Todos hemos presenciado esta gran revolución tecnológica, imparable. Cuando empecé a teletrabajar internet era un lujo momentáneo por conexión telefónica que ya entonces parecía un milagro. Hoy el acceso es por fibra óptica, velocísima. Los soportes de los productos para los que escribo pasaron de ser CD-Rom a DVD para convertirse después en productos on line. La información la volcábamos en disquetes. En todo caso siempre he trabajado con visión digital, escribiendo para que me lean en una pantalla. Quizá por eso mis frases son siempre cortas; la atención aquí es distinta.

Por supuesto, hubo que adaptarse al nuevo entorno tecnológico; mejor dicho, hay que seguir haciéndolo. Los abogados pasaron de esperar minutos a acceder a resultados de búsquedas no muy acertados (recuerdo una búsqueda sobre reglamento taurino en la que insistentemente aparecían las Leyes de Toro), de ahí a acostumbrarse a los estándares de Google, y esperarlos en nuestros productos jurídicos.

Creo que si se hicieran estadísticas tal vez los teletrabajadores batiríamos records como pioneros en plataformas de mensajería instantánea que nos acercan al mundo real y en uso de tutoriales en nuestros momentos de soledad y dificultades técnicas. Me viene a la memoria una tarde en el museo de Durango en que mi cuñada, arqueóloga, presentaba una maqueta de la ciudad en el s. XV. Pero la presentación no se abría. Entre el público estábamos mis hijos, mis sobrinos y yo. Vi que era un problema de compatibilidad de ficheros, subí al estrado, descargué el programa que permitía abrir su presentación cruzando los dedos para que funcionase. Ufff… funcionó. El director del museo me preguntó si era informática, le contesté que era teletrabajadora. Mis hijos eran entonces pequeños y al bajar del estrado noté sus miradas de alivio: su madre no había hecho el ridículo.

Teletrabajar en una empresa pequeña y en una multinacional

En un momento dado, la empresa pequeña para la que trabajaba fue absorbida por Wolters Kluwer, una multinacional con más de 1000 empleados, ¡guau! Cualquiera que haya vivido un proceso de adquisición de este tipo conoce la incertidumbre que significa y la desazón inicial que provoca. Recuerdo mis dudas en aquellos momentos sobre si podría o me convenía seguir teletrabajando. Recurrí a los sabios consejos de un buen amigo con experiencia en multinacionales quien me auguró que no habría problemas para teletrabajar sino que, al contrario, una empresa así me ofrecería más oportunidades. Además me hizo reflexionar sobre las cosas positivas y negativas de las que el teletrabajo te ahorra y te priva. También me advirtió de que probablemente sería un obstáculo para construir lo que llaman “carrera” porque, me dijo, las decisiones se toman en los despachos y en las salas de reuniones. Con el tiempo he comprobado que tenía razón casi al 100 %.

  • Teletrabajando evitas roces y distracciones innecesarios; no obstante, estos no se producen necesariamente in situ. ¿Quién no se ha enfadado o al menos molestado por mail? Pero también puede darse el caso de que pierdas la oportunidad de conocer a gente estupenda y de compartir buenos momentos de camaradería. A lo largo de todos estos años he procurado buscar un equilibrio y me he preocupado por conocer a mis compañeros sacando chispas al tiempo que pasaba con ellos. Es un consejo que me permitiré dar un poco más adelante y que bautizaré como Viernes, al estilo Robinson Crusoe.
  • En cuanto a la carrera, nunca me preocupó en exceso. Sin embargo, fue cierto lo relativo a las oportunidades, aunque en este caso hubiese dado igual una modalidad presencial dado que la oficina a la que pertenezco no es la central. Aun así, mi condición de teletrabajadora no ha sido obstáculo para participar en proyectos interesantes de los que me siento orgullosa.
    • Evoco con especial cariño un proyecto con Wolters Kluwer Italia en el que compartí momentos y conocimientos maravillosos con mis colegas de aquel país, en especial su coordinadora, Mariella, además de con un equipo de prestigiosos catedráticos de la Universidad de Valencia dirigidos por Manuel Ortells.
    • También he sido promocionada, palabra que no me gusta pero sirve para entendernos, aunque nos cosifique. Pasé a coordinar el producto que citaba al principio (Consultor Jurídico, perdónenme que insista) y un pequeño equipo. Esto ha supuesto viajes sobre todo a la oficina de Las Rozas y más contacto e interrelación con mis compañeros de allí y de aquí.
    • O unas intensas sesiones de Coaching en un hotel de Madrid con compañeros con los que estreché lazos y forjé bromas y complicidad, guiados por un formador admirable.
  • Sí he notado, en ocasiones, sorpresa por parte de algunos compañeros de otras sedes cuando han conocido que soy teletrabajadora. Nunca sé a ciencia cierta si por la circunstancia en sí o por mis responsabilidades. Me doy cuenta al ponerlo en negro sobre blanco de que la incógnita puede ser fácilmente despejada: la próxima vez lo pregunto.

La crisis

Los años de deterioro económico que hemos vivido han sido duros también en nuestro sector. Hubo un momento en el que tuve un pie fuera de Wolters Kluwer. No sé hasta qué punto mi condición de teletrabajadora tuvo que ver con la decisión de que fuera yo quien abandonase la empresa y no otros. Pero al final no sucedió, hubo quien confió en mí y defendió mi permanencia en la empresa. Fue uno de esos momentos complicados de los que al final sales fortalecida: llegaron nuevas funciones, tuve que concentrarme en nuevas tareas y con ellas las oportunidades que comentaba más arriba. Aprendí muchísimo y conté con el apoyo de personas que han pasado a ser parte importante de mi vida.

Viernes y Robinson Crusoe

Entre tantos cambios, los viernes en la oficina han permanecido a lo largo de los años. Significan el tiempo acompañada. A veces acudo otros días por necesidades del guión, pero los viernes he intentado ir siempre. Elegí este día porque en la oficina de Bilbao hacemos jornada intensiva y así, cuando mis hijos eran pequeños, conciliaba mejor los traslados con el horario de la persona que les cuidaba y de su colegio.

Los he mantenido porque, además, los viernes todo el mundo está más contento, a las puertas del fin de semana. Atenta al calendario por si caía alguna fiesta que los convertía en puente, los viernes en cierto modo han sido para mí eso: una fiesta. Ir a la oficina y estar con mis compañeros, la mayor parte del tiempo en silencio (somos redactores) pero siempre que ha sido posible con un café juntos. Cada viernes las peleas por pagar (somos de Bilbao) y las dosis de información laboral y no laboral de detalles que fluyen en el día a día.

Nuevos embarazos de compañeras, paternidades, mudanzas… pero también enfermedades, problemas y pérdidas. La vida, en definitiva. Con muchos la relación es estrecha pero no siempre es posible que sea así con todos. En la empresa pequeña cada vez éramos más y ya cuando pasamos a la grande, en nuestra flamante oficina de 500 m2 al lado del Corte Inglés de Bilbao (en cuya inauguración hasta Azkuna reconoció al entonces nuestro CEO que no era humilde ni para un bilbaíno) todo eran caras nuevas. Ir al baño y saludar por el camino, sonreír y recibir sonrisas, comentarios casuales, o por qué no, piropos. Compartir momentos buenos y no tan buenos. Han pasado casi 8 años y muchas cosas desde entonces.

Lo importante es participar

El trabajo me ha empujado también a involucrarme en algunas experiencias inolvidables sugeridas por compañeros o por la propia organización de Wolters Kluwer. Como decía, lo que busco es equilibrar el riesgo de perderme las relaciones y personas interesantes que vaticinaba mi amigo, o al menos hacerlo más ligero.

  • En 2013 acudí, si bien solo como supporter, al TrailWalker de Intemon Oxfam . Gracias Aner y David por la sugerencia y al resto del equipo por conseguirlo. Viví un fin de semana agotador y emotivo entre Olot y San Feliu de Guíxols que me resulta imposible describir. Es un poco como los sueños en los que vuelo: durante el sueño el vuelo es perfecto y todo es posible pero al despertarme me queda la sensación increíble de que lo que he vivido no sé explicarlo ni reproducirlo.
  • Como miembro del Equipo de Cohesión, estrechando nuevos lazos y compromisos y confiando en que el esfuerzo dé sus frutos. Tengo presentes siempre las palabras de Matti Hemmi, que nos apoya en el proceso; no siempre estoy conforme pero reflexiono sobre ellas, aprendo e intento devolver algo de lo aprendido.

Todos somos teletrabajadores y el futuro es incierto

Mis hijos han crecido y a veces me pregunto si llegará el momento de dejar de teletrabajar. En cierto modo, pienso, si lo hiciera cortaría más por lo sano, no como ahora en que con frecuencia las tareas pendientes me acechan desde mi espacio de trabajo en casa. Pero también pienso que hoy por hoy ser teletrabajador no es tan raro, puede que todos lo seamos un poco. ¿Quién no se conecta al mail de su trabajo desde casa o desde el móvil y resuelve cuestiones desde los sitios más inverosímiles?

Quizá no cambiaría nada. Pero es una duda que está ahí, latente en algún lado de mi cabeza. Pregunto a mis hijos si les gusta que teletrabaje o les importaría que dejara de hacerlo.

El pequeño dice, tajante, que sí: así estamos más tiempo juntos y hacemos los deberes a la vez.

El mayor me contesta por Whatsapp: le encanta que teletrabaje porque si le pasa algo puedo llegar más rápido y sí, le importaría que dejara de hacerlo. Creo que de momento la decisión puede esperar.

Nuria Méler. Wolters Kluwer

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